jueves, 24 de marzo de 2022





En el borde la orilla, performance inmersiva que se trabajó en residencia en los espacios Oficinas Meteoro y Centro Nave entre agosto y noviembre de 2021. Luego de este proceso se realizó una performance abierta a publico en el galpón de estacionamiento del centro de arte contemporáneo Oficinas Meteoro, Santiago, Chile.

Creación y Concepto: Bolgeri & Marin
interpretes/performers: Carla Bolgeri, Betania Gonzalez, Jorge Volpi
Música y ambiente: Francisco Marin 

 

martes, 22 de marzo de 2022

Entrevista / nuestra palabra


 


 

Cuatro preguntas para Jorge Volpi


Por Ricardo Herrera Alarcón



Jorge Volpi es licenciado en antropología. Creador e investigador en artes escénicas, ha publicado los libros de poesía Azúcar (2010) y Animales lentos (2016); codirector del proyecto "Estado natural, danza para primera infancia" (2019) y "Materia" (2018) con colectiva Una debacle. Su trabajo se caracteriza por indagar en los cruces entre la escritura, lo performativo y la visualidad.

Tuve el privilegio de conocer a Jorge desde que publicara su primer libro y desde ese momento he seguido la evolución de su poesía y su quehacer artístico. Es la suya una obra tremendamente vital y experimental y su actitud ante el trabajo poético tiene esa dosis de respiración y calle que le permite saltar de los libros a la vida de manera natural. De las relaciones entre cuerpo, movimiento y poesía, y cómo esta última traspasa los límites de la página para permear todo el quehacer cotidiano, entre otras cosas, nos habla Jorge a continuación.


 1. Jorge, tú has realizado un trabajo escénico constante que involucra performance,      danza y teatro. Te quería preguntar cómo dialogan estas manifestaciones artísticas con tu poesía.


Creo que son espacios que están interconectados entre sí, que se mueven y retroalimentan. En todas estas prácticas hay un pensamiento y un hacer poético, la escritura de poesía también es una acción que involucra un cuerpo sensitivo, o que permite la aparición de alteridades, otras voces, diferentes lugares de enunciación. Para mí estas cosas que hago se necesitan unas a otras. Las imágenes que aparecen en mi escritura tienen relaciones, coexisten, aparecen o vienen de otros lugares, en este sentido las acciones que hago —en la performance y la danza— se basan en la premisa de la presencia presente del cuerpo, investigando desde la idea del estar presente, con el cuerpo, en un estado de atención y percepción que se entrena a través de diferentes prácticas corporales, en ese sentido la escritura de poesía comparte ese estado de atención y percepción de lo circundante, porque escribir es un acto que se hace desde un cuerpo que siente y percibe. 

Para mí el primer lugar es el del cuerpo. Desde ahí hay una relación, un diálogo con el entorno, con lo que veo, toco y escucho. Está el silencio y la escucha de los sonidos como espacio atravesado, complejo. Lo que escribo viene y está en un espacio comunicante, es un lugar de silencio y de ruidos. La escritura que hago es en silencio como una danza, como la red que teje una araña en el techo. 

Por otra parte, pensaba en la relación con el tiempo, el hacer poesía me conecta con una idea y un hacer no productivo del tiempo, es un proceso bien lento, donde poco a poco voy encontrando pequeños signos, huellas que voy recolectando hasta componer algo, es una actividad de recolección, una temporalidad que se opone a la idea neoliberal del uso y consumo del tiempo, frente a esa velocidad prefiero observar las hojas que flotan en el agua.


2. Azúcar (2010), tu primer libro, es un trabajo más bien minimalista, centrado en preocupaciones cotidianas y en los cuales se despliega un abanico de imágenes sencillas y antirretóricas, donde el hablante tiende a fundirse contigo como ser real. Por otro lado, Animales lentos (2016) es un texto experimental que dialoga con cierta neovanguardia y juega con el formato, la diagramación, la utilización del plástico, la tipografía, el pixelado y      la fotografía. Quisiera que nos hablaras de ese tránsito entre un libro y otro, en el cual median 6 años.


Azúcar fue el primer libro con un tono más bien íntimo construido desde un lenguaje cotidiano. Hay una conexión con una escritura más primera, cercana a una idea más convencional del poema. Esos textos los escribí en el contexto del taller de poesía de la fundación Neruda que dirigió Guido Eytel entre el 2009 y 2010 en Temuco, entonces en ese momento yo estaba terminando antropología. En este marco temporal aparece Azúcar como un primer paso muy importante, la primera publicación. Entre un libro y otro, hay muchos otros libros, lugares, personas, cosas, quehaceres, viajes y encuentros, comencé a dedicarme más a la danza, la performance, entremedio viví en Valparaíso, Temuco y Coquimbo.

En Animales lentos, emerge la construcción de una escritura desde la experimentación visual y textual, hay una mezcla de materiales de diferentes fuentes, escrituras expandidas, el uso de psicoactivos como experiencia provocadora de imágenes. La estética de Animales lentos tiene que ver con la idea del glitch, el pixel, lo borroso, lo confuso. Hay una búsqueda por experimentar con la escritura, con los materiales desde donde surgen los textos, la idea de la composición textual está muy presente, lo fragmentario, las imágenes y cómo hay vínculos entre las imágenes y los textos. Las imágenes que aparecen en Animales lentos son las que me acompañaron en ese proceso de escritura, también tiene que ver con la idea de ir registrando la aparición de una escritura híbrida, creo que es también producto de una experimentación con otros lenguajes, es como que aquí las cosas ya estaban mucho más confusas y movidas que en Azúcar, que hay un recorrido más claro, en Animales lentos se vuelve más inquietante, la lectura implica un poco más de tiempo. De alguna manera los textos se relacionan con eso indeterminado, un cuerpo que busca, un organismo vivo en expansión, un texto que se mueve. 


3. ¿Cuáles son, hoy en día, tus proyectos artísticos?

Me encuentro trabajando en diferentes proyectos de investigación y procesos creativos relacionados con la poesía, la danza y las artes escénicas. En poesía me encuentro trabajando en el proceso de edición de un texto que espero poder publicar prontamente, en el que he estado lentamente avanzando estos últimos años. También estoy probando ideas entre la escritura y la performance, donde indago en la acción de escribir, instalando la presencia del cuerpo como activador de palabras e imágenes con diferentes materiales como el papel y la luz, son intervenciones en diferentes espacios de las que hay un registro. La palabra actúa como una superficie de significado que es puesta en relación con el espacio específico y los cuerpos que transitan por el lugar. Durante este año he podido investigar en este proyecto en Casa Varas que es un espacio cultural, como también en otros espacios públicos y domésticos. En artes escénicas estoy trabajando desde hace unos años con la colectiva Una debacle donde nos dedicamos a crear con diferentes lenguajes escénicos —danza, teatro de objetos y marionetas— y recientemente con Archivos críticos del cuerpo, un grupo de investigación en torno al archivo, lxs cuerpxs y el territorio local.


4. ¿Qué le dirías a un joven que comienza a escribir?

Le diría a alguien que comienza a escribir que se escuche, que se dé tiempo, que no se presione, que no se apure. Le diría que siga su intuición, que mire por las ventanas con las que se encuentre, que las abra, que respire profundo ese aire, que salga a caminar y escuche las conversaciones de las personas en la calle, que salga de paseo con amigxs que escriban y que hablen mucho de libros, de cine, de recuerdos, y disfrutar los encuentros, le diría que conozca de lxs autores de su territorio, hacer memoria, que se vincule con sus pares. Le diría que lea cuando lo necesite, que salga a andar en bici, a mirar los atardeceres, a escuchar el agua, a sentir el sol, que siga escribiendo lo que quiera, que en ese insistir en la escritura, en ese hacer van apareciendo cosas o se van encontrando huellas, pistas, símbolos. Le diría a alguien que comienza a escribir que comience a mover cosas, a moverse, a seguir su curiosidad y escuchar el ruido que produce ese movimiento. 


publicado en revista Viaje inconcluso, agosto de 2021



La escritura del movimiento: Animales lentos, de Jorge Volpi Bravo.

Periferias Ediciones-Arte-Archivo. Temuco, 2016.


Por Ricardo Herrera Alarcón


En el verso “La manta doblada que pones bajo tu cabeza se deshace”,  y en el espíritu del poema donde aparece (en prosa, como casi la mayoría, y sin título), la manta es el texto sobre el cual descansa y sueña el hablante. Texto como omisión, afán, curiosidad, palabras que al realizarse se dibujan de una manera brumosa e imprecisa. Fuego y agua como dos signos que cruzan la escritura: un viaje al interior de la palabra, que es humedad y calor. Imágenes visuales de un libro experimental  y heredero, por cierto, de La nueva novela, de Exit, de Anteparaíso. Una edición de cincuenta ejemplares artesanales, plastificados, con imágenes del desierto y un pixelado que parece la materia orgánica de un jeans o un lino grueso, el uso de una variada tipografía y el fotocopiado que ya es una marca registrada de editoriales independientes como Poleo, Venérea o, en este caso, Periferias Ediciones-Arte-Archivo, que se niegan a la impresión digital e industrial de las imprentas. En algunos o muchos sentidos estos editores y poetas jóvenes han trasladado, a la sociedad de las redes sociales y la tecnología, la precariedad de la década de los ochenta en un signo de resistencia cultural que no es menor ni es tampoco un mero gesto. Hay un hastío, que no puedo sino compartir, por esta sociedad de la higiene y la uniformidad, donde el color de los libros combina con el decomural y las cortinas en el living room.


Jorge Volpi (Temuco, 1986) es otro en Animales lentos. O inventa un hablante lírico a años luz del temple y la resolución textual de Azúcar, su primer libro publicado el 2010. En Azúcar no existe la opacidad del lenguaje y los poemas se solucionan intentando que su lectura sea el camino natural que los lectores debemos tomar entre los vaivenes de una escudo al mediodía y la teleserie de la once. Las citas a escritores como Millán (“La radio era un artefacto más de la melancolía”), Sergio Hernández (“La tarde es un sollozo contenido”) o Leonel Lienlaf (“Veo ejércitos de pinos”) hablan de una opción por sumergirse en los afectos y las cosas simples observadas por un sujeto que resiente la fragilidad del mundo ajeno y personal. En su momento escribí un pequeño prólogo a este primer libro de Jorge y destacaba en él su capacidad de síntesis, la celebración de la realidad -sin que por ello se excluyera a la nostalgia-, la desvinculación de su poética con el neobarroco que predominó en ciertos escritores de la generación del 2000, a la que pertenecería por cuestiones etarias.

En su nuevo libro Jorge toma otro rumbo para intentar responder las mismas preguntas  (“Cuáles las preguntas básicas de la existencia situada/ cual el gesto/ los cuadros de colores que bailan”).  Pero intuyo la misma fragilidad de Azúcar, porque las palabras son eso, fragilidad.  Así leer al otro es leer su perplejidad frente a la tarde o la noche, la pregunta que se repite de habitación en habitación y que el lenguaje en los ecos de su arbitrariedad deja rebotando en las paredes de la caverna y el mall vacío. Sabemos que la poesía es, desde hace tiempo, un lenguaje de señas en una habitación llena de humo, un braille gastado. Pero insistimos en machacar las palabras contra las cosas como lo haríamos con una bolsa con locos apaleada contra una roca.

Si bien los poemas de Animales lentos tienden a la movilidad del sentido, hay ciertos indicios que en cada texto se despliegan como posibles señales de ruta: la búsqueda de símbolos  para “salirse de la enfermedad del yo” es uno de ellos: intento por borrar al sujeto hablante, a ese yo romántico y carmínico, para  desembocar en la polifonía. En otro poema lo táctil es el tiempo de la escritura, pero un contacto siempre afectado, un poco falso. Si se escribe también desde el cuerpo y en sus relaciones aparentes con otros cuerpos se produce “el desorden de los íconos…en las aguas móviles de lo vivo”,  Volpi propone secuencias de exploración, que luego sugiere invertir  para que un otro vuelva sobre las mismas interrogantes.  Preguntas sobre preguntas en una semiosis ilimitada, donde queda registro de cada formulación o cada escucha, como si lo relevante fuera eso: el dudoso ingreso a una red de comunicación virtual (la poesía? El recorrido por un paisaje virtual reflejado en la concavidad del espejo que se refleja convexo?). Cito el poema: “Proponer una secuencia_explorarla_invertirla_que otra la vea y la describa: ¿Qué hacía ¿Qué viste? ¿Se relaciona la narración del suceso con la acción? volver a la secuencia ¿Se puede entrar en ella? ¿Cómo se entra al espacio de quien ejecuta la secuencia? presentar un número de preguntas y exponer el registro de sus formulaciones_hacemos la pregunta y usted responde_su respuesta queda registrada_otra vez estamos sugiriendo preguntas_otra vez imágenes de cuerpos_la ampliación_un ingreso dudoso a redes o círculos o líneas aproximadas a cuerpos_otra vez quedarse a escuchar”. El poema siguiente a este continúa la idea de la línea que se acerca al cuerpo, asociando la manualidad de oficios diversos (su orfebrería) con el tejido textual (“-realidad la cestería la –obra la ejecución la – sentarnos para suelo el en manta la ponemos ¿tejidos del usos los cuáles?), rompiendo la coherencia y cohesión en busca de ampliar el entramado que se construye. Escritura de la movilidad o registro de la especulación y el ensayo que significa deambular como animales vivos en un paisaje a ratos desolado. Registro del ensayo y error que le permite transcribir la variación de un mismo poema donde se insiste en lo visual, más que lo lingüístico, o la palabra que se impone capturar la imagen: “Cada corte una pantalla/ cada  corte  imágenes/ brotan/ la política del registro/ esa estética de la captura/ la captación de tiempo/ palabras que hablen sobre quien escribe/ una escritura que es una parte de algo/ densidades de la imagen/ consistencia de la espera”. Un libro en que la interpretación  y búsqueda por los sentidos de la palabra y su realización se cruzan con las interrogantes sobre nuestra capacidad de abrir nuestras experiencias  a la sexualidad, el viaje físico y espiritual, el azar y la especulación, el ensayo, la fragmentariedad como antídoto al paradigma y con ello la duda, como no, como forma de intuición y gnosis.

Volpi propone fuego al final del camino, propone también arena, mar, un espejo “algo (que) te dice por acá/ mira esto/ es por este lado”. Pero, por sobre todo, nos entrega una mirada, su mirada, sobre un mundo que se hace y deshace cada día o momento,  donde  el ser humano o animal (que se vuelca hacia adentro para luego disgregarse en algunos sentidos) parece no querer o no poder echar raíces en ninguna parte. Pero que en su porfía nos entrega, como dice el autor: “las raíces móviles contenidas aquí adentro”.


 

www.letras.mysite.com



 

 




Viaje cyborg / Cuerpo – mutación.

Sobre Animales lentos (Periferias Ediciones –  Arte – Archivo. 2016) 

de Jorge Volpi Bravo.


Por Pablo Ayenao


No recuerdo el año ni tampoco retengo el lugar. Supongo que corría el 2006 o 2007. No lo sé. Era un recital de poesía como tantos otros. Pero esa tarde unos versos quedaron bailando en mi cabeza: “La poesía se parece / a comer todo el día / pan duro con margarina”. La reflexión metaliteraria realizada sin aspavientos ni encuadres épicos despertó mi simpatía. Quizás en aquel momento esa era la definición adecuada. Porque a veces lo adecuado es el eco que resuena después de tantos años. Relato esta anécdota para mencionar que el autor de esas líneas era Jorge Volpi Bravo. Y lo más importante es que dichos versos aparecieron en un bello libro llamado Azúcar, que fue publicado el año 2010, por Poleo Ediciones.

Pues bien, ya han transcurrido seis años de esa publicación. La escritura tiene su propio ritmo, creo, y eso lo refrenda la reposada aparición de Animales lentos, libro con que Jorge Volpi actualiza esos versos alojados en mi mente: la poesía es el pan duro con margarina que cada tanto compartimos con los amigos.

Animales lentos (Periferias Ediciones – Arte – Archivo. 2016) conjuga un doble tránsito. Estamos frente a un recorrido iniciático, quizás épico: “La geometría botánica del viaje, un dibujo en las redes ambulantes, la profunda oscuridad de las incisiones, los dedos que entran a la boca”. Pero también nos encontramos con un desplazamiento genérico. Cabe señalar que en dicho desplazamiento la categorización es inconducente: mutación textual, poética visual, soporte híbrido, hablante multifocal. Nada de eso considero relevante a la hora de abordar Animales lentos. Porque este libro es el conjunto de todos esos elementos, cuyo resultado amplifica lo que concibe. Jorge Volpi sabe que toda clasificación es algo siempre rígido. Y si Animales lentos resulta trascendente es porque elimina cualquier atisbo de frontera.

La zoóloga y filósofa feminista Donna Haraway publicó, en el año 1983, su afamado ensayo Manifiesto Cyborg. En dicho texto Haraway postula, de forma satírica como contraste al feminismo existencialista, una implacable anti/esencia, para sí olvidarse de las semánticas aprehendidas y generar un nuevo orden y lenguaje mediante el quiebre de las divisiones que se nos han impuesto a través de los años: humano / máquina; humano / animal; natural / artificial. Concibo Animales lentos como un viaje ciborg. O mejor dicho, un devenir cyborg. Acá no importan los lugares físicos ni interiores. Importa la huella. Sí. Importa el tranco que confecciona y soporta los materiales que trazan una producción. ¿Qué producción? La producción de un cuerpo – texto que se recompone, agrieta, muta, des/genera, encuentra y articula desde los cruces, lo incierto, lo no catalogado. Estamos frente a una subjetividad que no cree en los límites, que se resiste a la tipologización, que sabe que los imaginarios son siempre ausencia de vértigo y que las identidades no son más que dispositivos reglamentarios: “Cuales las preguntas básicas de la existencia situada / cual el gesto / los cuadros de colores que bailan / el pixel aumentado / la red / las piezas de un puzzle con esferas brillantes en su interior”.

La metáfora ciborg conlleva la configuración de una sintaxis plástica, no alejada de convencionalismos, pero anclada siempre en lo brumoso. Sintaxis desterritorializada, nómade, que genera una poética expansiva, cuyos significantes bullen en cauces ondulantes, rítmicos. Una escritura performática que instala una recreación en todo orden de cosas. Porque un texto que despliega un sofisticado engranaje de los signos es también una interpelación hacia la opacidad de nuestros días: “la actualización hecha a tu máquina, la experiencia estética de ese error o falla en la ejecución de la grafía, el cuerpo cansado o la energía imprecisa”.

Así, la escritura de Volpi es móvil, elástica, alterna. Una escritura que avanza por meandros, que se vaporiza, que inunda. Porque justamente es ese el argot, el destello, la grafía que construye Animales lentos: escritura – movimiento, escritura – transformación, escritura – coreografía, escritura – incisión, escritura – máquina infrarroja, escritura – secuencia, escritura – píxel. Pero, por sobre todo: escritura – búsqueda y escritura – desapego. Al parecer, ya no existen piedras desde donde perdurar y siempre encontraremos agua en sus diversas formas: “Si la vigilia si la guardia si la guarida si los materiales donde vive para poner huevos si el agua dentro de los huevos si su aroma de agua si la situación de flores que despiertan si la situación de una boca esbozando los extremos si la situación de un lenguaje que espera”.        

Por último, quisiera mencionar la secuencia cuerpo – mutación que Animales lentos nos propone. Esta secuencia se configura como un organismo formado por distintas capas de fuego y agua. Un cuerpo en combustión.  Es decir, una máquina vectorial que se encuentra a la deriva, en transformación / transmutación.  Siguiendo los planteamientos de Deleuze y Guattari en Mil Mesetas, segundo volumen de Capitalismo y  esquizofrenia, podríamos señalar que estamos en presencia de un cuerpo sin órganos. Es decir, cuerpo que se erige y escenifica desde la experimentación. Cuerpo animal vaciado de contenido, desarticulado, desaprendido. Cuerpo que, según Baruch Spinoza, debemos abrir a potencias transformadoras, para que así se regenere, se reapropie hasta la última molécula: “Hacer el cuerpo un espacio abierto, hacer ese espacio vacío antropometrías momentáneas o zoometrías comunes, una paloma parada sobre un cráneo / un ave atrapando una serpiente”.

En síntesis: la poética de Jorge Volpi es potencia y reguero, húmedo vestigio ciborg.

No obstante, lo único que sabemos es que al final del viaje encontraremos fuego. Sabemos que al final del viaje encontraremos agua. Sabemos que al final del viaje encontraremos un cuerpo en combustión. Sabemos que al final del viaje encontraremos la escritura.

Y finalmente, sabemos que la escritura es un animal lento.


 Publicado en Revista Elipsis, junio, 2020

Trasplantadxs

 





Insistencia Colectiva es un grupo transdisciplinar de artistas y creadores de las artes vivas de la Región de la Araucanía. Se conforma en el mes de Junio del año 2021, en la ciudad de Temuco, sumando puntos de vista desde lo contemporáneo y territorial, con el fin de llevar a cabo procesos de exploración, investigación y operaciones creativas para la composición y producción  de la obra de danza “Trasplantadxs”.


el proyecto trasplantadxsIndaga sobre la memoria viva de los cuerpos en relacion al territorio que habitan,vinculando biografías con la memoria colectiva de una ciudad, estableciendo una relacion

de afectación-afección entre ambos. La exploración e investigación se realiza desde el cuerpo,

el movimiento y la imagen audiovisual. Se lleva a cabo tanto en sitio, es decir, en espacios

de la ciudad donde se inserta la creación, como en sala, a fin de profundizar en los conceptos

y premisas planteadas. Así, se plantea un proceso metodológico de intervención en espacios

abiertos y cerrados que explora e investiga sobre movimientos, sonoridades, ruidos,

luminosidad, materialidades, desechos, intensidades de los cuerpos, entre otros;

información que configura el trayecto de esta investigación-creación


Dirección Artística: Bárbara Gajardo

Interpretación y creación: Alex Sanzana, Barbara Gajardo, Esteban Canales, Florencia

Quilaqueo, Jorge Volpi

Asistencia de Dirección: José Isla, Loreto García

Asistencia Técnica: Natalia Moya, Loreto García

Documentación: Jorge Volpi

Vestuario: Insistencia Colectiva

Música: Insistencia Colectiva

Iluminación: Natalia Moya

Producción: La lluviosa

Fotografía: Patricia Pichun, Gonzalo Colimil, Inti Gajardo



performance soportar / Festival kurüche








Soportar es una performance que explora la piel como superficie de encuentros, contactos y  significados. A través de la interacción directa, mediante la utilización de papel y transfer con les participantes / audiencias, se busca activar relaciones; la piel actúa como soporte del traspaso de palabras. Un cuerpo como soporte del texto, la piel y lo táctil como campo de comunicación.
 Diálogos entre palabras , cuerpos y espacialidad.

Soportar, fue presentada en el marco del festival kurüche, en la comuna de  Padre las Casas, Wallmapu,   noviembre 2021

Fotografías por Patricia Pichun   

residencia en Casa Varas

 





Palabra/luz/soporte Es la residencia que desarrolle en casa varas durante el mes de junio de 2021. Allí estuve investigando en las relaciones entre la escritura y performance. Desarrollando una práctica que profundiza en la acción de escribir, instalando la presencia del cuerpo como activador de palabras e imágenes con diferentes materiales como el papel y la luz. La palabra actúa como una superficie de significado que es puesta en relación con el espacio específico y los cuerpos que transitan por el lugar.


Fotografías por Magdalena Aguirre